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Las elecciones presidenciales en México están a la vuelta de la esquina. Bueno,«elecciones«, es decir, la imposición de una nueva marioneta; el psicópata elegido para continuar con la oligarquía patológica en este país. Marioneta que, por supuesto, la élitegobernante (nacional y extranjera), espera que cumpla con todas sus expectativas y promueva sus agendas. Un demagogo cargado con una plétora de promesas y propuestas vacías que supuestamente «beneficiarán al país».

Ya llevamos muchísimos años cayendo en las mismas mentiras, una, otra y otra vez. Pareciera que las promesas de campaña son los placebos de los votantes. Oímos a los candidatos hablar con su tono carismático y robotizado característico, e inmediatamente nos olvidamos de nuestra historia; y tal parece que desde hace un tiempo de eso vivimos, promesas, ilusiones y castillos en el aire. Cuando no se cumplen, cuando la ilusión se desvanece (muy rápidamente por cierto), nos quejamos y los insultamos a sus espaldas… y eso es todo.

Después de muchos años, seguimos cargando a cuestas a esta banda de patológicos que lo único que les interesa son sus bolsillos y el poder, sin importar los medios o las consecuencias en las vidas de los demás, vampirizando al pueblo hasta la última gota. Parece un ciclo bastante viciado y ya bien gastado. En lo personal, ya estoy harto, ¿ustedes no? Si no es así, mis respetos por la increíble resistencia, nada más cuiden de no rayar en el masoquismo.

Bien, empecemos con el buen George Carlin para abrir esta queja escrita:

Un cubetazo frío de verdad de vez en cuando no le hace daño a nadie. Al contrario, nos despierta aunque sea por unos momentos. Aunque no creo que a nadie le caiga de sorpresa, actualmente nuestros gobernantes (especialmente en regímenes neo-liberales) se han convertido en los principales promotores, publicistas y edecanes de las agendas de los bancos y las grandes corporaciones -incluyendo de sus negocios sucios. Son los verdaderos dueños del circo.

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Hablando de edecanes, ¿qué les parece el nuevo muñeco del Partido Revolucionario Institucional (PRI), mismo que por años encarnó la llamada «dictadura perfecta», gracias a una serie de alianzas corruptas con las corporaciones, los medios masivos, los líderes sindicales y los caciques locales? El muñeco, Enrique Peña Nieto (EPN), es un cascarón vacío con hilos claramente trazados hacia la élite económica/política que nos ha gobernado ya por mucho tiempo y nos la ha hecho pasar muy mal. ¿O acaso es que ya se nos olvidó la historia de este partido? ¿Qué gobierno podríamos esperar de alguien respaldado por los ladrones que para empezar nos metieron en este hoyo? ¿Qué podríamos esperar de un gobernante que durante su gestión en el Estado de México, se disparó la corrupción, la violencia, el abuso de poder, y los FEMINICIDIOS a cifras récord? !Por Dios! ¿Qué podemos esperar de alguien que «escribe» un libro llamado México: La gran esperanza (Obama le ha de haber pasado unos tips) y que ni siquiera puede nombrar 3 libros que marcaron su vida? (Las revistas Teleguía y Libro Vaquero no entran en la categoría de libros, por cierto.) ¿Realmente podemos esperar algo de un gobernante que crió a una hija que no tiene el menor sentido de respeto por los contribuyentes que pagan todos sus caprichos?

Bien, vamos a ponernos en contexto:

Hay algunos que sólo lo siguen por su cara bonita, otros por intereses propios, y otros ingenuos piensan que Peña Nieto podrá «negociar» con el crimen organizado para que los asesinatos y la violencia relacionada disminuyan. Pero lo que no hemos considerado es que el problema del narcotráfico bien pudo haber sido exacerbado intencionalmente para prepararle el escenario al PRI; para colocarlo como única opción para controlar el problema, sólo por mencionar una posibilidad. Después de todo, se sabe que si el narco funcionaba relativamente en silencio en los años del PRI, era porque diversas ramas de gobierno pactaban con los cárteles que mejor pagaban y perseguían sólo a la competencia. Durante los últimos seis años se ha usado al narcotráfico y la violencia del crimen organizado como un medio de manipulación por medio del terror. ¿Les suena conocidoFabricar un enemigo (con ayuda extranjera) y entrar al escenario como salvador para cumplir con la agenda de los que detentan el poder; viejos métodos de manipulación social, pero todavía vigentes.

Armas de distracción masiva

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La historia de la gestión de Peña Nieto en el Estado de México no es lo único repugnante. La campaña para difundir la propaganda de este «candidato» encabezada por parte de los imperios mediáticos mexicanos Televisa y TV Azteca (que por supuesto se han llevado a la bolsa unos cuantos cientos de millones de pesos) se ha convertido en uno de los circos manipulativos más grotescos y descarados que yo haya visto en mucho tiempo. Nos quieren meter al «muñecón» hasta en la sopa; claro, con la imagen más positiva posible, pero la sorpresa es que no hay de dónde y no hay cómo. No se le puede sacar jugo a una piedra ni a martillazos.

No nos debería sorprender que los métodos de manipulación y desinformación, tan hábilmente utilizados por los medios masivos de comunicación, sirven como siempre al mejor postor y a quien sirva mejor sus intereses. Esa época en donde su propósito era informar y transmitir hechos y la verdad a la sociedad, desapareció hace mucho, mucho tiempo (si es que realmente existió), desde que los intereses económicos superaron la ética del periodismo.

En todo el mundo, en mayor o menor medida, los medios utilizan técnicas sofisticadas y convincentes para tergiversar los hechos y desinformar, pero en algunos países como México ya ni se preocupan tanto por la calidad de la mentira. No importa lo burdo y evidente que sea, ellos piensan que aun así nos la tragaremos completa. Piensan que sus ridículos programas de entretenimiento, «reality-shows», programas de concursos, telenovelas (¡ah, pero Enrique Peña Nieto prometió hacer telenovelas de mejor calidad, así que por eso no se preocupen!) ya surtieron efecto, y que ya nos han suavizado tanto la materia gris que ya no vale la pena gastar más dinero y recursos para manipular y desinformar a la población con métodos de «calidad«. Lo triste es que lo continúan haciendo porque parte del pueblo pide más, tal vez como un escape a la cruda realidad de México. Esto es exactamente lo que ellos esperan de una sociedad que les ha cedido su poder.

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Creen que debido a su programas y métodos de control no tenemos capacidad de respuesta individual, independiente, ya que está condicionada a influencias externas -las suyas- porque no tenemos los fundamentos ni la comprensión de lo que sucede en nuestro entorno social y político. Aceptamos la historia «oficial» que nos exponen, porque es la única fuente de información que tenemos a la mano. Recordemos que quien controla la palabra, controla las ideas y el pensamiento. En una sociedad que prefiere los distractores a estar bien informado, la única opción es bailar al ritmo de los medios masivos de comunicación.

¿Es que ya no olvidamos lo que dijo Emilio Azcárraga Milmo (cabeza suprema de Televisa y PRIistasta de corazón, por cierto) hace algunos ayeres?: «Yo hago televisión para jodidos porque México es un país de jodidos» Eso es lo que ellos piensan de nosotros. En típico estilo psicópata, consideran a la gente común como inferior y digna sólo manipulación y sujeción. Así nos ven, como una bola de jodidos que carecen de la capacidad para afectar su entorno y su futuro en beneficio a la mayoría, lo que representaría una amenaza para ellos. Saben que muchos de nosotros no nos tomamos el tiempo de investigar para formar nuestra propia opinión fundamentada, así que ellos piensan por nosotros, toman nuestras decisiones, y los resultados los estamos viviendo actualmente. ¿Les gusta el resultado?

Para las esfera de poder ya hay un ganador en las «elecciones», y se llama Enrique Peña Nieto. No hay candidatos, sólo la ilusión de los mismos. Es un intento de imposición bastante descarada.

Peña nieto ya compró la presidencia:

El «debate»

¿Estás poniendo atención al debate Neo? ¿O estás echándole el ojo a la mujer de blanco? Es curioso cómo esto representó una parodia de nuestra situación política y social actual. Para aquéllos que se perdieron el debate de los candidatos a la presidencia de México por el fútbol o por cualquier otro distractor, permítanme señalas que después de un lamentable despliegue de retórica robotizada, quedó claro que Peña Nieto es más de lo mismo. «Conozcan al nuevo jefe, igual al anterior»… o tal vez peor. Cualquier persona con dos neuronas en funcionamiento pudo notar su pobre desempeño, su discurso insípido y sus respuestas mecanizadas. Eran las mismas «propuestas» vacías y gastadas de siempre; no de él, sino de su partido, que por cierto, en la base, no han cambiado en nada con el paso de los años. El punto sigue siendo engañar y convencer, seguir con el teatro para la imposición del candidato. Casi les escucho decir: «Si caes en la trampa, bien; si no, no importa, se hará lo que nosotros queramos».

Aun así, los vendidos proselitistas mediáticos comenzaron el control de daños inmediatamente después del debate; en el radio, la TV, y la prensa, una ola de propaganda desnuda, asegurando que Peña Nieto había hecho un buen trabajo, que había «arrasado» en el debate, y que incluso había subido puntos en las «encuestas» (si es que se le puede llamar encuesta a datos fabricados). Últimamente la línea entre la mentira y la burla descarada se vuelve cada vez más estrecha en este país.

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Las encuestas «oficiales»

Lo que nos lleva a otro aspecto a notar: las encuestas presidenciales «oficiales». Por supuesto, una encuesta no puede más que mostrar tendencias. No puede proveer datos definitivos. Pero podría considerarse como un simulacro confiable para obtener una idea de quién sería el ganador. Por otro lado, también podría condicionar a algunos acarreados que no saben por quien votar, en lo que la psicología llama la «prueba social» (es decir, el ejemplo de lo que hacen los demás determina cómo piensa y actúa uno mismo). Pero ya bien sabemos que en este país la norma son el fraude y la corrupción. Si todavía creen que no han habido fraudes en las elecciones de los últimos años, les ruego que se pongan al tanto. De modo que sería ingenuo pensar que estas «encuestas» no han sido manipuladas (con unos buenos millones de parte de los beneficiados por supuesto), ya que los métodos son relativamente sencillos, y por falta de voluntad no paran. Lo más indignante es lo obvio de estas últimas manipulaciones y la creencia de los que detentan el poder de que con estos burdos despliegues de imposición podrán inclinar el tablero a su favor y torcer la opinión del «jodido» público (sic).

El ejemplo más descarado es el de la encuesta en línea del periódico Milenio, que inicialmente mostraba con una amplia ventaja al candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador. Pero poco tiempo después desapareció, como por arte de magia, y el enlace mostró una página vacía. Unos cuantos días más tarde, la encuesta apareció de nuevo, ¡pero esta vez con una ventaja bastante marcada para el candidato del PRI! ¡No se puede tener menos vergüenza!

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Por supuesto, existen otras encuestas «oficiales», como Mitofski, que seguramente recibió las mismas instrucciones de sus patrones de Televisa: ¡EPN tiene que ser presidente! Y «oficiales» me refiero a lo que a ellos les beneficie. También existe un número significativo deencuestas independientes, pero como son no son oficiales (no se venden o no dependen de uno de los beneficiados) tratan de restarle importancia a las mismas. Mencionan a las encuestas «independientes» con tono despectivo. Por medio del uso del doble lenguaje tratan de manipular el sentido de las palabras para darle connotación negativa.

La gran mayoría de las encuestas independientes muestran una preferencia importante por el candidato de izquierda, continuando en segundo lugar muy abajo en los puntos la candidata del Partido Acción Nacional, y en último lugar el candidato del PRI. Esto incluso se plasma en una encuesta de Univision, vástago de Televisa.

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Encuesta de Univisón – Link arriba

De verdad que estos tipos creen que nuestros procesos mentales ya no dan marcha, por decirlo de una manera no tan despectiva.

¿Y las reacciones de la gente?

Existe un descontento generalizado de gran parte de la población, con las redes sociales como su principal escenario. Parece que la indignación está creciendo entre algunos sectores de nuestra sociedad y no deja de incrementarse. Muchos notan las mentiras descaradas, el intento de imposición, la propaganda, el control de daños derivado de los deslices de un candidato que no parece atinar una. Tal parece que el modo en que se desarrolle el descontento será decisivo para evitar la imposición.

Un caso reciente:

Estudiantes de la Ibero protestan en contra de Peña Nieto previo a su llegada a esa universidad

Después de la protesta de los estudiantes de la Universidad Iberoamericana, los medios masivos de comunicación salieron rampantes a tratar de hacer control de daños, llegando incluso a comentar que eran grupos manipulados por los otros candidatos y que sólo eran unos cuantos -otra gran burla.

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La respuesta del supuesto grupo manipulado:

Esta respuesta es lo mínimo que podemos esperar de una sociedad preocupada por su realidad política.

Ahora, otro aspecto a considerar. ¿Recuerdan esto?

¿Podríamos ver lo paralelos con el discurso de Peña Nieto en la Ibero? Como su respuesta en relación con la matanza de Atenco con el pretexto fascista de restablecer el orden y la paz. Podemos estar seguros de que si el PRI retoma el poder, podríamos esperar la misma o aún más represión a disidentes.

Corrupción política – Un problema de estructura

No hace mucho tiempo tuve una charla con el ahora difunto activista político/social progresista, Tzintzun Carranza, quien pasó su vida luchando contra el abuso y la corrupción de la burocracia, y que logró, con mucho trabajo y astucia, cambios positivos para su comunidad. Vivió con la esperanza de ver un cambio significativo y generalizado en esta sociedad, con los jóvenes como centro del mismo. A mi humilde parecer, Carranza era uno de los que comprendía el problema fundamental. No era el narco, no era la pobreza, no era el crimen; es decir, no eran los síntomas. «Es un problema de estructura». En otras palabras, las raíces de la jerarquía político/económica de este país están podridas, corrompidas hasta su núcleo. Estacorrupción base y esencial tiene explicación científica y se llama psicopatía. Le recomiendo al lector la lectura de Ponerología Política. La historia se repite, una y otra vez y en distintas versiones, en todo el mundo.

Una vez que comenzamos a aceptar y a ver la explotación, la pobreza, el abuso, la corrupción, la mentira, las muertes de inocentes, la pasividad, etc., cómo cosas normales, nos encontramos dentro un proceso de ponerización social avanzado. Es decir, las características de los patócratas (los psicópatas y personalidades patológicas en el poder) infectan a la sociedad y se vuelven cada vez más comunes.

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Conocemos bien el legado del PRI en México y los síntomas han aumentado en cantidad e intensidad. Si la corrupción esencial (la psicopatía) no es erradicada de los cimientos de nuestra sociedad, nada va a cambiar. Nuestros gobernantes se «desviven» prometiendo acabar con los síntomas, resanando los enormes hoyos para taparle el ojo al macho y dorarnos la píldora por un rato. ¡PERO NADA HA CAMBIADO! Ni cambiará, si el pueblo no reconoce el origen de este problema, retoma su voluntad, reconoce su poder y se pone los pantalones para encabezar un cambio significativo. Un cambio inteligente, sin reacciones, sin violencia, con consciencia y responsabilidad, meditando las consecuencias de nuestros actos.

No depositemos nuestra esperanza de un cambio significativo en un gobernante esencialmente igual a los anteriores. Los titiriteros son los mismos de siempre. Por su naturaleza no pueden ser empáticos ni pueden trabajar en puestos que requieren de integridad, responsabilidad social y consciencia moral. No dejemos que una pequeña esfera de élite nos manipule para cumplir su agenda. Nosotros somos más. Unidos, nada ni nadie puede detenernos. En cambio, una sociedad pasiva, manipulable y apática es una sociedad conquistada.

¿Salidas?

¿Qué pasaría con los síntomas de ponerización en una sociedad si se encarcelaran a los que detentan el poder político y económico?

Tenemos un buen ejemplo:

Islandia, el país que castiga a los banqueros culpables de la crisis

Islandia triplicará su crecimiento en 2012 tras encarcelar a políticos y banqueros

La revolución islandesa:

En este tipo de sistema político y económico que vivimos, ante cualquier decisión o «propuesta» (medidas de austeridad, leyes que censuran Internet y reducen nuestra privacidad, medidas de vigilancia, represión, etc.) por parte de los que detentan el poder, preguntémonos: ¿Quién se beneficia?

Ahora más que nunca necesitamos estar unidos, como mexicanos y como seres humanos, dejando a un lado líneas divisorias impuestas por los que detentan el poder, ya que una sociedad dividida es más fácil de controlar y manipular. No esperemos a que las cosas se deterioren más, no nos acostumbremos a una vida mediocre y gris. El mexicano es un guerrero y es hora de despertarlo. No sigamos más la corriente. Investiguemos, compartamos nuestros puntos de vista sustanciales, no los ecos de la propaganda y la desinformación. Debemos enseñarles con nuestras acciones que las decisiones las tomamos nosotros, que no tenemos miedo y que no somos como ellos; y que ellos, como nuestros representantes, deben hacer nuestra voluntad.

«Un pueblo no debe temer a su gobierno, es el gobierno quien debe temer al pueblo» – V.

Si permitimos que nos impongan a Peña Nieto, quedará demostrado que no hemos aprendido nada de nuestra historia: los abusos, el mal manejo del país, la explotación, los secuestros, las muertas y muertos, la corrupción. Por imposición, obtendríamos el gobierno que nos mereceríamos.

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«Pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte. Puede producir brillantes individualidades aisladas, rasgos de pasión de ingenio y hasta de género, y serán como relámpagos que acrecentará más y más la lobreguez de la noche.»

Marcelino Menéndez Pelayo

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez

(Nota del editor). El siguiente artículo está recogido de la página web de TomDispatch. La primera parte se trata de los comentarios del editor (Tom) al post enviado por una colaboradora habitual del medio (Rebbeca Solnit). La segunda parte es el post enviado por esta última.

En diciembre de 2001 murieron 110 de los 112 celebrantes de una boda gracias a un bombardero B-52 y dos B-1B que utilizaban armamento de precisión para, en esencia, barrer una aldea del este de Afganistán (y luego, en una segunda incursión, para llevarse por delante a los afganos que excavaban en los escombros). Aquí el incidente no llamó la atención de casi nadie. Al fin y al cabo, no se trataba de violencia «estadounidense», sino de un lamentable error. A nadie se le ocurrió proponer que la invasión de Afganistán debería cancelarse por ello, ni tampoco quedó desacreditada por aquella matanza masiva.

Había sido un error. Igual que lo fueron aquellas otras bodas arrasadas por la fuerza aérea estadounidense en Iraq y Afganistán en los años posteriores. Como también los fueron los funerales y ritos de bautismo hechos pedazos en los años siguientes. Como lo han sido, más recientemente, los más de 60 niños a los que mataron los ataques de los aviones no tripulados de la CIA en los territorios fronterizos paquistaníes, en los funerales a los que alcanzaron esos mismos aviones no tripulados y en los ataques de menor relieve documentados hace poco -como el de diciembre de 2001- contra rescatadores que trataban de sacar a heridos de entre los escombros.

Nada de esto, por supuesto, recibe aquí atención significativa. Pese a las súplicas del presidente afgano Hamid Karzai, pocos proponen cancelar las operaciones aéreas de Estados Unidos y de la OTAN en aquel país por la violencia contra civiles. Hay pocos gritos de espanto por los ocho pastores afganos, todos ellos adolescentes y uno seguramente de nada mas que seis años de edad, a quienes asesinó un ataque aéreo de la OTAN en la provincia de Kapisa el otro día. No se publica ningún editorial importante, ni ningún reportaje de primera página en donde se pida que Estados Unidos y sus aliados corrijan sus violentos modos de actuación o cambien de política por todo esto que ocasionan. Sin duda, no es popular sugerir que esos actos desacreditarían la política exterior estadounidense.

Sin embargo, como señala Rebecca Solnit, colaboradora habitual de TomDispatch, la «violencia» ocurrida en nuestro país en torno al movimiento Occupy -estamos hablando de unas cuantas agresiones sexuales en campamentos de Occupy, un suicidio, consumo de drogas y una reducida dosis de daños contra la propiedad, lanzamiento de botellas y cosas semejantes por parte de participantes atípicos en las manifestaciones de Occupy– ha bastado en algunos entornos para desacreditar el movimiento e, incluso, para que en algunos casos se les represente como una especie de pesadilla viviente. Esta violencia, por mínima que haya sido, ha desacreditado de inmediato a Occupy en el paisaje estadounidense.

Y todo, si se me permite decirlo, en una sociedad en la que en el año 2011 se cometieron 14.000 asesinatos, en la que fallecieron más de 30.000 personas en accidentes de tráfico o en el que un informe reciente del Pentágono indicaba que los delitos sexuales violentos en el ejército han aumentado un 64 por ciento desde el año 2006 (el 95 por ciento de ellos contra mujeres, aun cuando solo representen el 14 por ciento del personal militar). Y sin embargo, no se sabe cómo, ni las armas, ni los coches, ni el ejército de Estados Unidos quedan desacreditados por tanta violencia.

De hecho, sería asombroso imaginar que un movimiento cuyos campamentos en realidad acogieron, albergaron y alimentaron a quienes esta sociedad, en esencia, ha expulsado, carecería de problemas. En realidad, el movimiento Occupy debería haber silo aclamado por su lucha contra la violencia en todos los ámbitos de esta sociedad. Nada en el artículo de Solnit sorprende tanto como que las estadísticas que cita sobre sobre el goteo de violencia en Oakland, California, llamativamente pasado por alto en las semanas anteriores a que el propio movimiento Occupy Oakland recibiera un ataque violento de la policía de la ciudad.

Tom

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Locura, amor apasionado… y violencia: 
El movimiento Occupy pone rumbo a la primavera

Rebecca Solnit

Cuando alguien se enamora, solo ve lo que tiene en común con la otra persona y difícilmente se imagina que pueda haber diferencias, y menos aún disputas o lágrimas al respecto, o que esas disputas y lágrimas puedan ser motivo de separación; o, si todo va bien, se lucha, se aprende y se fortalece el vínculo gracias a ellas, en vez de a su pesar. El movimiento Occupy vivió su gloriosa luna de miel cuando jóvenes y viejos, radicales y liberales, acomodados y desesperados, sin techo y con vivienda, descubrieron todos que lo que tenían en común era tan contundente que las diferencias apenas parecían importar. Hasta que las descubrieron. Las revoluciones son siempre así: al principio, los hombres son hermanos y todo es posible y, luego, si se tiene suerte, la aventura de ese instante vertiginoso madura en una relación, en lugar de en una ruptura, un matrimonio violento o un asesinato suicida. Occupy tuvo su época dorada, cuando quienes jamás se habían imaginado vivir codo a codo con las personas sin hogar se los encontraron en tiendas de campaña contiguas en las plazas públicas.

Estaban presentes toda clase de fuerzas igualadoras, la más importante de las cuales fue la brutalidad policial que aporreó a los privilegiados como los chicos del centro de la ciudad están acostumbrados a que los aporreen siempre. Parte de lo que teníamos en común era aquello a lo que nos enfrentábamos: la economía actual y el principio de codicia insaciable que la ha hecho funcionar, así como la privatización emocional y económica que la acompaña.

Este es un sistema que daña a las personas, y su devastación ha estado exhibiéndose como nunca en los primeros meses del movimientoOccupy y de fenómenos afines, como la página web de «We are the 99%». Cuando se trataba de gente que se enfrentaba a un desahucio, o que había perdido su empleo, o que estaba retorciéndose por las avalanchas de deudas por gastos educativos o sanitarios, no les costó aceptarla como parte de nosotros, y no en calidad de ellos.

Y luego llegó la gente que había resultado mucho más dañada, los más frágiles desde el punto de vista psicológico, los marginados y las personas sin hogar; algunos de ellos infinitamente necesitados y con una inmensa capacidad para causar altercados. La gente que había acudido para enfrentarse al poder descubrió que estaba en la brecha para tratar de resolver problemas relacionados con los recursos de salud mental disponibles, mientras que otros que salieron a luchar porque querían vivir en una sociedad democrática a gran escala se encontraron tratando de solucionar problemas de saneamiento e higiene.

Y luego llegó lo de la violencia.

Las caras de la violencia

La violencia directa más importante a la que se tuvo que enfrentar Occupy fue, como es natural, la del Estado, en forma de policía empleando la máxima fuerza no letal contra acampados, madres con niños, peatones desarmados, mujeres jóvenes acorraladas, estudiantes de sentadas noviolentas, poetas, profesores, mujeres embarazadas, manifestantes en sillas de ruedas y octogenarios. Ha sido una campaña de brutalidad policial sostenida desde en Wall Street hasta en el estado de Washington, de una dureza jamás vista en 40 años.

Por parte de los activistas también hubo unos cuantos incidentes de violencia destacados en los centenares de campamentos, sobre todo de violencia contra las mujeres. Los medios de comunicación dominantes parecían creer que esto condenaba al movimiento Occupy, aunque convirtiera a los campamentos, en el peor de los casos, en algo absolutamente parecido al resto del planeta; un planeta que, por si no nos hemos dado cuenta, es un hervidero de violencia contra las mujeres. Pero fueron incidentes aislados.

Para este tipo de situaciones siempre está a mano ese antiguo verso del rapsoda Woody Guthrie: Some will rob you with a six-gun, some witha fountain pen [«Algunos te robarán con un revólver, otros con una estilográfica»]. La policía ha corrido detrás de los manifestantes con pelotas de goma, porras y gases lacrimógenos, ha mandado a unos cuantos al hospital y ha dejado a algo más que otros cuantos traumatizados y atemorizados. Esos son los del revólver.

Pero todo empezó con las estilográficas, acuchillando la vida de las personas con las economías nacional e internacional, con los mercados mundiales. Las estilográficas las esgrimían los bankdidos, los «calamares vampiros», los desreguladores de Washington D.C., los hombres -y, salvo raras excepciones, eran hombres- que desvalijaron el mundo.

Esa es la razón por la que se aglutinó el movimiento Occupy, para oponerse a la violencia más descomunal por su envergadura, a la menos evidente por su impacto. Nadie en Wall Street tuvo que mancharse nunca el traje llevando una orden de desalojo en persona. Los núcleos financieros ofrecían ese servicio gratuitamente a los bancos (con lo que ellos mismos empobrecían aún más a esas personas sacando de los viejos contribuyentes a los pobres que llevaban dentro). Y la policía apaleaba por ellos a sus adversarios una y otra vez, en todas partes, por todo Estados Unidos.

Los grandes ladrones no dejaron de inventar métodos aún más ingeniosos, entre los que se encontraban derivados bancarios troceados y triturados para machacar las esperanzas y los medios de vida de la mayoría. Esa es la espantosa violencia para enfrentarse a la cual se creóOccupy. No pierdan nunca de vista este detalle.

La hermosa no violencia de Oakland

Ahora que hemos terminado de recordar la violencia principal, hablemos de Occupy Oakland. Se ha montado mucho escándalo con dos incidentes en los que, sobre todo, gente joven vinculada a Occupy Oakland causó daños contra la propiedad y produjo ciertos disturbios.

Los medios de comunicación dominantes y algunos expertos remotos valoraban que los incidentes de la Bay Area determinaban el sentido y el futuro del fenómeno transnacional Occupy. Tal vez algunos esperaban incluso, de manera consciente o no, que insistir los bastante sobre el asunto dividiría o eliminaría el movimiento. Así que es importante recordar que, por asombroso que resulte, el impacto inicial de Occupy Oakland fue precisamente lo contrario de violento, hasta el extremo de que toda forma de violencia fue erradicada de forma expresa.

Occupy Oakland nació a principios del mes de octubre con forma de reunión vibrante y multirracial. Se levantó un campamento en la plaza Oscar Grant/Frank Ogawa y millares de personas recibieron alimentos y atención sanitaria muy necesaria de forma gratuita a manos de voluntarios muy bien organizados. La a veces denominada «Comuna de Oakland» provenía conscientemente de algunos de los elementos más exquisitos de un movimiento anterior nacido en Oakland, el de los Panteras Negras, cuyo programa de desayunos gratuitos tal vez se recuerde bien y admire más que su actitud machista.

Todas las noches se celebraba una Asamblea General convincente y generosa y luego, cada dos semanas, los participantes más dispares que se pudiera imaginar debatían sobre los asuntos más importantes de la Tierra. En una ocasión, por ejemplo, estuve en un grupo de discusión en el que había indios norteamericanos, blancos, latinos y otros miembros del movimiento Occupy, discapacitados y sin minusvalías, y en la que seguramente yo era el participante de mayor edad; en otra ocasión, un puñado de abuelitas pacifistas dominaba mi grupo.

Este país está segregado de tantas formas tan espantosas… y entonces no había semanas gloriosas en las que la sociedad civil pudiera despertar y enamorarse de sí misma. Todo el mundo se dejó ver por allí; todo el mundo hablaba con todo el mundo; y en pequeñas tomas, en instantes fugaces, las viejas divisiones dejaron de dividirnos y sentimos que nos podíamos imaginar a nosotros mismos como una sociedad. Ese era el sueño de la tierra prometida; es decir, de esta tierra sin sus amargas divisiones. Jamás supo tan dulce la miel, ni nunca sentó mejor el poder.

Ahora pasa algo asombroso. Mientras el campamento existió, la tasa de delitos de Oakland descendió un 19 por ciento, estadística que la ciudad se cuidó mucho de ocultar. «Quizá contradiga nuestras declaraciones que el movimiento Occupy está causando un impacto negativo en la criminalidad de Oakland», escribió el jefe de policía al alcalde en un correo electrónico que la emisora de radio local KTVU consiguió después e hizo público con muy poca fanfarria. Presten atención: el movimiento Occupy era una fuerza de no violencia tan poderosa que ya estaba resolviendo los problemas de violencia y delincuencia crónicos de Oakland simplemente dando a la gente esperanza, comida, solidaridad y conversación.

La policía que atacaba el campamento sabía lo que el resto no sabíamos: Occupy estaba acabando con la delincuencia, incluidos los delitos violentos, en esta ciudad descarnada y erizada de delitos. «Hay que darles esperanza», dijo hace mucho tiempo un cargo electo del otro lado de la bahía; un edil llamado Harvey Milk. Occupy fue la esperanza que nos dimos, el sueño que se hizo realidad. La ciudad hizo todo lo posible por erradicar esa esperanza de forma violenta a las 5 de la mañana del 25 de octubre. Los acampados fueron atacados; se les confiscaron las pertenencias y se tiraron a la basura. Luego, Occupy Oakland volvió a florecer. El día 2 de noviembre, muchos millares de manifestantes no violentos bloquearon el Puerto de Oakland en una asombrosa exhibición de poder popular.

Aquella noche, algunos chavales hicieron algún trabajo infantil de demolición, de ese con el que todo el mundo se poner auténticamente nervioso. (Llegaron incluso a pintar con aerosol «demolición» con letras gigantes en una tienda de Rite Aid.) Cuando hablamos de las personas que pintan con aerosol y rompen cristales y encienden hogueras en la calle y empujan a la gente y gritan y corretean por ahí convirtiendo una manifestación en algo mucho más parecido a un concierto de punk-rock de cuando yo era joven, recordemos una cosa: no han mandado a nadie al hospital, no han expulsado a ningún anciano de su hogar, no han sembrado desesperación y deudas entre la juventud, no han robado comida ni medicinas a los desfavorecidos, ni han destruido la economía global.

Dicho esto, siguen siendo un problema. Son el anzuelo que la policía muerde y con el que los medios de comunicación acuden al foro. Crean una situación que a un montón de nosotros no nos gusta y que saca de sus casillas a quienes, de otro modo, participarían o simpatizarían. Es decir, son increíblemente malos para un movimiento y representan una forma de segregación mediante intimidación.

Pero no confundamos a los manifestantes vandálicos con los calamares vampiros o los robocops acorazados que han venido detrás de nosotros a todas partes. Aunque sus medios sean profundamente defectuosos, sus fines no son tan diferentes de los nuestros. No hay ninguna duda de que deben mejorar sus tácticas o, acaso, tal vez actuar sencillamente de forma táctica, por no hablar de estratégica; y no cabe duda de otro buen montón de personas debería dejar de ser tan apocalíptico con este tema.

Quienes defienden la no violencia en Occupy deberían recordar que la no violencia es, en el mejor de los casos, un fabuloso espíritu de amor y generosidad, no un escuadrón de combate remilgado para hacer cumplir la ley. Al fin y al cabo, el reverendo Martin Luther King hijo, a quien se invoca continuamente cada vez que surgen estos temas, no iba por ahí despotricando contra Malcolm X, ni contra los Panteras Negras.

Violencia contra la verdad

Como es natural, mucha gente que reacciona ante estos incidentes de Oakland está reaccionando en realidad contra versiones ficticias de los mismos. En esos casos, se puede decir incluso que algunos periodistas cometían violencia contra la verdad de lo que sucedió en Oakland el 2 de noviembre y el 28 de enero.

The San Francisco Chronicle, por ejemplo, informaba del siguiente modo sobre los sucesos de la jornada: «Uno de los incidentes más violentos de los producidos el sábado por la noche sucedió ante las puertas de YMCA, entre las calles 23 y Broadway. La policía acorraló a los manifestantes en la puerta del edificio y varios de ellos irrumpieron en el local, al parecer huyendo de la policía, según dijeron las autoridades municipales y los manifestantes. Los manifestantes causaron daños en una puerta y en algunas instalaciones y atemorizaron a quienes hacían ejercicios en el gimnasio, según dijo Robert Wilkins, presidente de YMCA de East Bay.»

Al parecer, Wilkins no se encontraba en el edificio y el testimonio en primera persona refiere que un miembro del personal de YMCA dio la bienvenida a los manifestantes rodeados y apaleados y, una vez dentro, algunos estaban tan asustados que intentaron hacer funcionar aparatos deportivos para mezclarse con la gente del gimnasio.

Escribí lo siguiente a los periodistas que habían narrado el incidente de tan peculiar manera: «¿Qué tiene de violento que [unos activistas] huyan de la policía, que se dedica a detener a destajo con una conducta violenta? Hasta el cargo de YMCA que se queja al respecto añade: «los daños parecen ser mínimos». ¿Y ustedes llaman a esto violencia? Es un despropósito».

La periodista que me respondió se disculpó por lo que calificó como «la pésima elección de un término» y dijo que la expresión pretendía transmitir también la violencia de la policía.

Cuando la policía se comporta con violencia contra los manifestantes, los periodistas suelen tratarla como si hubiera algún tipo de violencia imposible de atribuir e implicara tanto a los aporreados como a los de la porra. Por ejemplo, en la campaña de la Convención Nacional Republicana del año 2004 de la ciudad de Nueva York, los medios de comunicación dominantes no dejaron de presentar que el derecho de la gente a reunirse pacíficamente equivalía a un acto terrorista y describían todas las atrocidades que el gobierno o los propios medios de comunicación especulaban que nosotros querríamos cometer (pero nunca cometimos).

Parte de esto se basaba en la invención de la tremenda violencia de los activistas de Seattle en 1999, que The New York Times en particular se dedicó a propagar. Que la policía machacara a manifestantes no violentos y los derechos constitucionales quedaran bastante mal en Seattle y en Nueva York no les emocionaba tanto ni por asomo. No olvidemos que antes de que surgiera la obsesión con la violencia, el desprestigio de la gente de Occupy se centraba en la idea de que no se lavaban mucho, y antes aún el marco para marginar era que Occupy no tenía «ninguna reivindicación». Siempre hay algo. Recordemos también que el departamento de policía de Oakland está al borde de declararse en suspensión de pagos por no haber corregido problemas bien documentados de violencia, corrupción y mala gestión, y que fue el departamento de policía, y no los manifestantes de Occupy Oakland, quien empleó gases lacrimógenos, porras, botes de humo y pelotas de goma el 28 de enero. Es verdad que hubo un grupo reducido que cometió actos de vandalismo contra el ayuntamiento después de la considerable violencia policial, pero ese no era en modo alguno el plan al principio de la jornada. La acción del 28 de enero que se saldó con 400 detenciones y una conflagración en los medios de comunicación se llamaba Move-In Day. Había una pancarta confeccionada a mano a base de trozos de tela que proclamaba «Otra Oakland es posible» y un contingente de niños con banderines, globos y en sillitas infantiles. Occupy Oakland estaba tratando de apoderarse de un edificio abandonado para poder reorganizar la comunidad, los programas de alimentos y la clínica que había fundado el otoño pasado. Tal vez no estuviera bien planificado o no se ejecutara bien, pero era idealista. Pese a todo, muchas personas que no tenían contacto directo con Occupy Oakland arremetieron contra el movimiento de Oakland o, incluso, contra el movimiento Occupy en su conjunto. Ojala se hubiera vertido toda esa furia con tanta intensidad contra la causa primigenia de todo esto, la colosal violencia económica que nos rodea. Todo lo cual quiere decir que, para quien no se haya dado cuenta, la luna de miel se ha acabado. Ahora, a por el trabajo real

La luna de miel, claro está, es la época en la que se está tan enamorado que no se repara en las diferencias que finalmente habrá que limar de uno u otro modo. La mayoría de las relaciones comienzan como si se deslizara uno cuesta abajo. Luego viene la llanura, a la que siguen las colinas en las que habrá que esforzarse pedaleando si no se quiere abandonar la bicicleta sin más.

El movimiento Occupy podría ser solo el nombre que hemos puesto a una gran mar de fondo de descontento popular y a un renacer de la sociedad civil tan profundo y tan amplio que se ha convertido en un movimiento. Un movimiento es una ola del océano: es la marea que se desplaza desde El Cairo hasta Moscú y desde Atenas hasta Santiago de Chile y Chicago. Sin embargo, la marejada norteamericana de esta gran marea comporta una frágil alianza entre liberales y radicales, personas que quieren reformar el gobierno y defienden determinados privilegios, y gentes que quieren reformar el gobierno y buscan salidas del sistema. Si los radicales deben asustar lo menos posible a los liberales, sin duda los liberales tienen idéntica obligación de volverse más fieros y más dispuestos a enfrentarse a la situación… y de recordar que la no violencia, incluso en sus formas más puras, es tan solo todo lo contrario de ser amable.

No cabe duda de que la única respuesta posible a la agotadora cuestión de hacia dónde debería dirigirse el movimiento Occupy a partir de ahora (como si hubiera unos cuantos personajes visibles que fueran a decidirlo) es la siguiente: en todas partes me siguen preguntando qué debe hacer ahora Occupy, pero ya está haciendo algo. Está en todas partes.

En muchas ciudades, apartada del primer plano y de los focos, la gente sigue ocupando espacios públicos con tiendas de campaña y celebrando asambleas generales. El 20 de febrero, por ejemplo, fue día nacional de solidaridad de Occupy con los presos; los manifestantes de Occupy se están organizando en muchos frentes y están planificando actividades para el Primero de Mayo, y hay un montón de acciones defensivas contra los desahucios, desde en Nashville hasta en San Francisco, que han conseguido que los embargados conserven su casa y han hecho renegociar a los bancos. El activismo en los campus universitarios se ha fortalecido y se celebran debates creativos y acalorados sobre los costes académicos y la deuda de los estudiantes, pues se trata de una conversación más profunda sobre ética y economía que rechaza los conocimientos convencionales al respecto de lo que es justo y lo que es posible.

El movimiento Occupy es un catalizador o una faceta de la voluntad populista que se puede ver en infinidad de victorias recientes. La campaña contra la personhood corporate parece estar ganando impulso. Una campaña medioambiental popular llevada a cabo por el presidente Obama rechaza el oleoducto conocido como Keystone XL que se está tendiendo desde Canadá, a pesar de la inmensa presión republicana y empresarial. En respuesta al descontento generalizado, la Fundación Susan B. Komen dio marcha atrás en su decisión de retirar los fondos de la campaña de detección de cáncer en Planned Parenthood. Las campañas en la red han obligado a Apple a abordar sus malvadas cuestiones laborales, y la siempre heroica Coalition of Immokalee Workers metió en vereda por fin a Trader Joes con la cuestión de los salarios justos para la campaña de agricultores.

Estas ventajas auténticas han llegado gracias al ejercicio relativamente modesto del poder popular. Deberían servir de recordatorio de que sí tenemos poder y de que su ejercicio puede ser popular. A algunas de las estimulantes conversaciones del pasado otoño se les ha quebrado la voz, pero la gran conversación que supone una sociedad civil despierta y en pie no ha cesado.

Lo que suceda a partir de ahora depende de que la participación sea enérgica, incluida la suya, para pensar en voz alta y juntos quiénes somos, qué queremos y cómo llegamos allí, y luego actuemos en consecuencia. Acuda a ocupar las posibilidades y no deje de pedalear. Y recuerde: todo empezó con un amor loco y apasionado.

Rebeca Solnit, colaboradora habitual de TomDispatch es autora de (unos) 13 libros, entre los que se encuentran A Paradise Built in Hell: The Extraordinary Communities that Arise in Disaster y Hope in the Dark. Vive y ocupa desde San Francisco.